Para muchas familias, el acto de sentarse a discutir las reglas puede parecer novedoso, y a menudo resulta muy esclarecedor.
La vida en familia ofrece multitud de experiencias visuales y sonoras. Algunas de ellas producen alegrías, otras dolor, y quizá unas provoquen un sentimiento de vergüenza. Si los miembros de la familia no pueden reconocer y comentar las emociones evocadas, éstas quedarán ocultas y lesionarán las raíces del bienestar familiar.
Ante la prohibición de comentar o cuestionar, muchos niños llegan a ser adultos que se sienten santos o demonios, en vez de seres humanos que deben sentir.
B.L.V.P/A.P.G
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